Esta es una gran oportunidad para hablar de un tema
que, para mí, es tan crucial como apasionante: la ética en política.
Y es oportuno, porque hemos nombrado mucho la
palabra ética en las últimas sesiones, y ahora es un buen momento para
preguntarnos: ¿Qué es la ética?
En principio nos servirá para comenzar a ordenar la cuestión y aclarar algunos temas, por
ejemplo: ¿una conducta puede ser legal pero no ética? Es decir, si una norma jurídica
debe tener un contenido moral o no. Se trata de una gran discusión en la filosofía
del derecho. Por un lado, hay quienes
piensan que una norma jurídica no tiene por qué tener un contenido moral (en
este caso la norma jurídica puede justificar legalmente cualquier cosa, me
pregunto ¿dónde estarían los derechos humanos?) Por otro lado, quienes dicen que
en la norma jurídica es necesario que se incluya la moral, muchas veces caen en
absolutismos, en dogmatismos, que terminan perjudicando y desnaturalizando la
norma. Estamos ante una larga discusión.
Sin embargo
la ética, tal como la mencionamos acá, tiene un origen lejano. Deriva de la
palabra griega ethos, que significa
costumbres, conducta. De modo que cuando hablamos de ética, estamos hablando de
las conductas. Y aquí particularmente de conductas políticas. Es decir,
hablamos de las conductas que tienen que ostentar los representantes políticos.
Ahora bien, ¿qué conductas tienen que tener los
políticos? Y como este es un debate de muchos años y muy profundo traté de
recordar algunas consideraciones de Nietzsche sobre el tema, que resultan ser muy didácticas para definirlo: “la moral no es
otra cosa que la obediencia a las costumbres, cualesquiera que éstas sean; pero
las costumbres no son sino la forma convencional de evaluar y actuar. Allí
donde no manda la tradición, no existe la moralidad, y cuanto menos esté determinada
la vida por la tradición, más estrecho será el radio de acción de la moralidad”
Es decir, las conductas hacen a las costumbres, y la obediencia de una sociedad
a esas costumbres hace una tradición. La tradición, finalmente, da lugar a una
moral. Claramente Nietzsche habla de una convención social que se supone una
construcción que va de menor a mayor. Esta tradición es la que le falta a la
política. La política no tiene una moral porque no tiene una tradición ética.
Lo que nos dice que es necesario construirla. La ética política no está hecha.
Lejos de pensar que existe una ética hoy, y aún menos en términos objetivos,
hay que remangarse los brazos para construirla todos los días.
Entonces nos enfrentamos a una gran tarea que trae
consigo un interrogante más: ¿cómo construimos esa ética política?
Tal vez resulte un poco aburrido pero ciertamente
viene a cuento en estos tiempos que corren. Es necesario entonces profundizar
un poco más: podemos decir que hay (i) una ética que es descriptiva o sociológica,
que habla de las costumbres, de los comportamientos, -de lo que quiero hablar hoy-, (ii)
hay también una ética que es prescriptiva que está encriptada, que son las normas
morales, los sistemas morales que prescriben conductas y tiene un imperativo
que te dice que tenés que hacer esto porque debés hacerlo, porque lo manda Dios
y chau, se terminó, hacelo. (iii) Finalmente hay una ética que tiene que ver con
el significado de la palabra, y para eso hay toneladas de libros de filosofía,
que es lo más lindo, y que podemos llamar metaética.
Pero el problema, tal como lo venimos razonando,
ahora nos exige definir cuándo una conducta es justa o injusta. ¿Por qué hay
conductas que son justas y otras injustas? Y, como se habló en varias sesiones,
es acá cuando nos preguntamos si la moral es subjetiva o no. Cuando de manera
individual defino qué conductas son buenas y cuales malas basado solo en mi
punto de vista, en mi opinión; cuando digo cosas tales “yo te respeto a vos,
pero mi opinión es que esto es bueno y esto malo” estamos ante un subjetivismo moral
individual. De manera distinta resulta cuando vamos hacia una moral colectiva, es decir, si es la sociedad
la que define qué es justo y qué no es justo. En este caso estamos antes un
subjetivismo moral social. A nosotros nos votan desde esta última perspectiva:
desde un subjetivismo social. La política, la ética en política, es subjetiva
pero es social. No depende de si para mí está bien o para mí está mal tal o
cual conducta, sino que dependemos de qué es lo que está bien, qué es lo justo
e injusto para la sociedad que nos vota.
La ética la define el observador y no la conducta, por eso es subjetiva y no
objetiva. Pero resulta que el observador de la política es social por
definición, nunca individual.
Un gran filósofo que ha estudiado mucho esto, Immanuel
Kant, sostenía que hay dos versiones de conductas imperativas: un imperativo
categórico, ejemplo: vos debés hacer esto; y otro mandato imperativo que es
hipotético, ejemplo: si vos deseas hacer esto, entonces debés hacer aquello. Lo
que quiero decir para llegar mi razonamiento final, es que el ejercicio de la política nos plantea
un imperativo hipotético en base a un
subjetivismo social. Nos está diciendo que la sociedad desea que se cumpla
una conducta en base a lo que la sociedad colectivamente consensuó qué es lo
bueno y qué es lo malo. Nuestros votantes nos manifiestan a nosotros, sus
representantes, un deseo: que apliquemos y respetemos sus tradiciones, su ética.
Nuestros votantes no imponen, nos piden con su voto que construyamos una ética
política que cumplan sus deseos. El ejercicio de la política incluye este
trabajo que implica la construcción de una ética. Y la tenemos que ir elaborando
toda la clase política, juntos.
Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿Qué
representante político está en condiciones de exigir a sus pares el
cumplimiento de este deseo popular?
Todo el mundo recuerda la parábola de Jesús que
decía el que esté libre de pecados, que
tire la primera piedra. ¿Qué estaba diciendo Jesús? ¿Que no tiremos la
piedra? Yo creo que Jesús nos pedía, como ahora nos pide el pueblo, que tiremos
la piedra, ¡pero libre de pecados!, que exijamos el cumplimiento del mandato
ético del pueblo ¡pero dando el ejemplo y comprometiéndonos con el cumplimiento
de ese deseo! Esa es la ética. Jesús en el Evangelio, la buena noticia (Evangelio significa buena noticia), Jesús viene a
traer la buena noticia de un nuevo mundo, de un nuevo contrato ético
entre él y los hombres y les dice, muchachos dejen de pecar, y empiecen a tirar piedras.
Hay ejemplos en la humanidad de hombres que
arrojaron la primera piedra, muchísimos, empezando por Jesús. Ejemplos también
trágicos en la vida política nos muestra la diferencia entre lo que es ético y
lo que no. Escuchaba a Osvaldo Bayer decir: me pase toda la vida luchando por
la ética y los argentinos terminaron votando a Macri Presidente. Lo cito porque
Osvaldo Bayer es una gran autoridad en este tema y porque lo dice desde esa
idea, se da cuenta que su ética no llego a buen puerto, y dice que se quiere
morir. Osvaldo Bayer es un ejemplo de conducta y se quiere morir porque su
ética falló. Como Alem o Lisandro de la Torre que se pegaron un tiro porque se
rompió esa ética política que intentaban construir.
La construcción de la ética también depende de
estos líderes, porque son los líderes también los que impulsan el cumplimiento
de las conductas que el pueblo demanda. Pero ese respeto por las costumbres que
impone el pueblo para que forme parte de una tradición política no puede ser
construido sin los partidos políticos. Porque son los partidos políticos la gran fuente de alimentación
que requiere la construcción de una ética política. Por eso es muy importante que
los partidos políticos fomenten y promuevan la participación de la ciudadanía.
Porque cuanto más participación hay, más voluntades se suman a la construcción
de una ética política y más difícil son de doblegar. La Unión Cívica Radical
tenía como lema “que se doble pero que no se rompa”, sin embargo la crisis de
los partidos políticos, es una crisis ética. La UCR nació defendiendo los
derechos de los trabajadores y de la clase media, Alem mismo en la primera
convención rompió con los conservadores. Más de 120 años después la UCR hace
una convención para bajar todas sus banderas históricas y acordar con los
conservadores. Algunos que hace unos años cuestionaban esto y constituyeron
un partido llamado GEN, hicieron su última campaña autoproclamándose
progresistas y terminaron apoyando las políticas más conservadoras y
recalcitrantes del neoliberalismo argentino.
El peronismo proclamó y elevó sus banderas nacionales y populares y con el menemismo
se llevaron adelante las políticas neoliberales que vaciaron al país y
terminaron con la hecatombe del 2001. Entonces hay también una ruptura de la
construcción ética porque le están diciendo a la gente en campaña: soy progresista,
soy nacional y popular, soy democrático, para luego apoyar políticas contrarias
a todos los principios proclamados. Esto no es ético. Señores a mí me hubiese encantado
oír a los candidatos del radicalismo, a los candidatos del Gen, a los gobernadores
y legisladores del peronismo decir: yo quiero devaluar, echar gente, aumentar
las tarifas, eso quiero, ¿me van a votar? Pero dijeron todo lo contrario, eso
tampoco es ético, eso no es transparente. La transparencia es un imperativo
hipotético que la sociedad le pide a la clase política, es el deseo de la clase
política, para que la clase política construya una ética basada en la transparencia.
La sociedad con su subjetivismo colectivo nos está pidiendo a gritos a la clase
política: ¡tenemos un deseo de transparencia, construyan políticas con
honestidad! Esta es nuestra tarea. Por eso aquellos que en política quieran caminar por
el costado de la ética, que den un paso al costado. Los que creen que la ética no es importante,
la mejor contribución que pueden hacerle a la comunidad es renunciar.
Como clase política tenemos la obligación de asumir
la responsabilidad que el mandato de las urnas nos asigna: construir una ética
política. Pero a la vez ser honestos y transparentes para poder tener la fuerza
de repudiar y denunciar a los Caputo, Calcaterra y sus empresas offshore que
vaciaron al país. Sabemos lo que son las empresas offshore: sacan la guita en
una valija, las suben a un avión y la llevan a Panamá o a cualquier paraíso
fiscal. Luego la blanquean en otros países
sin impuestos y ponen un Pago Fácil en Brasil. Un robo, ¡y aparecieron un
montón! Si no lo denunciamos y levantamos las banderas tradicionales de
nuestros partidos políticos, no seremos creíbles.
Y para terminar, hay grandes ejemplos en cuestiones
de moral, pero hay uno que conmueve. Ustedes conocerán la historia de Jonás. Resulta que Jonás tenía un mandato de Dios y no lo
cumplió y decidió entonces esconderse de Dios, y se escapa. Se esconde en un barco y
se queda dormido en el fondo del barco. Dios lanza una tempestad terrible y los
marineros le echan la culpa a Jonás. Entonces lo despertaron y admitió que él era
el culpable. Aun así quiso resistirse pero con Dios no se puede, y cuando Dios vio
que se entregaba, calmó las aguas y Jonás se arrojó al mar. Se salvaron los
marineros, pero a él se lo comió una ballena y se lo llevo al fondo del mar.
Jonás no le pidió perdón a Dios y aceptó la condena: Jonás le dice a Dios: mirá, la verdad es
que soy culpable, estoy entregado, hace lo que quieras. Dios lo libera pero con un mandato. En un pasaje del
fascinante del libro Moby-Dick, Herman Melville narra esta historia magistralmente. Jonás golpeado y herido
cumplió la voluntad del todopoderoso, ¿y cuál era la mandato compañeros?, dice
Melville: predicar la verdad ante el rostro de la falsedad, ese era el mandato.
El personaje que expone el caso de Jonás es un marinero que ahora es un cura que está dando un sermón en una iglesia ante varios feligreses marineros.
Termina diciendo:
“¡Ay de quien prefiere su renombre a la bondad!
¡Ay de quien, en este mundo, no teme al deshonor! ¡Ay de quien no es sincero,
aunque en la falsedad estaría a salvo! ¡Sí, ay de quien es un réprobo mientras
predica a los demás!"
Entonces, compañeros, comencemos a construir como
clase política una ética, predicando a los demás sin ocultarnos y asumiendo las
responsabilidades que tenemos. No es posible construir una ética, si pensamos
que la ética no importa. No es posible construir una ética política, si tiramos
la piedra cuando tenemos mucho por qué dar cuentas. No es ético.
¡Asumamos la responsabilidad como representantes, seamos
creíbles ante el mandato social! Pero si realmente creemos que la ética no
tiene ningún valor, que la ética no forma parte de la política, que no es
necesario y vital contribuir a la construcción de una ética política, hagámosle
entonces un gran aporte a la comunidad y a la democracia: demos un paso al
costado.
Muchas Gracias
Sergio Carciofi, concejal FPV-PJ
(26
de Mayo de 2016)
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