domingo, 12 de abril de 2015

11 de diciembre de 2014 / Sesión Ordinaria Nro. 17 / Presupuesto Ejercicio 2015

Siempre que se discute el presupuesto creo que es necesario preguntarse cómo se llega a un presupuesto, en qué contexto está enmarcado y cuál es la idea final que persigue.
Cuando ponemos en debate los puntos específicos, los que no conocemos la cuestión contable nos enredamos en algunas que otras explicaciones y en algún que otro pase de facturas. Pero yo pienso que tiene que haber y debe haber una filosofía de fondo o, por lo menos, una intencionalidad manifiesta en la conformación y en la confección de los presupuestos y también en el diseño de las ordenanzas tributarias o del sistema de presupuestario y fiscal que se pretende llevar adelante.
En este sentido hay ciertas cuestiones que me gustaría resaltar. Sabemos que hay una necesidad concreta por parte de quienes administran un municipio o una empresa. Lo primero que se plantean es cómo hacer una administración eficiente de los recursos, de qué manera debe administrarse esos recursos y cómo se debe asignar cada recurso, para buscar un óptimo equilibrio de beneficios, no solo para esa empresa o para ese Estado, sino también para los consumidores o administrados.
La finalidad es el pleno empleo de los recursos y que nadie quede afuera del mercado. Pero sucede que este equilibrio no llega nunca, se distorsiona y en consecuencia genera exclusiones. Por ejemplo: en una época si no pagabas el cable, no podías ver fútbol. Esta exclusión era una distorsión del mercado, porque el mercado manejaba el futbol o la televisión. ¿Quiénes la padecían?, ¿quiénes eran los que no podían pagar? Los que no tenían o no tienen trabajo, o los que teniendo trabajo tienen un salario insuficiente. El Estado tuvo que atender esta distorsión. El Estado necesita regular sobre todo en determinados bienes a los cuales el Estado no puede faltar en su regulación. Son todos aquellos consumos de bienes y servicios que excluyen a otros. Por ejemplo, en el caso de la lucha contra la contaminación ambiental o los beneficios de la Seguridad, no se puede decir: vamos a establecer un sistema de control ambiental o de seguridad, pero a vos no te vamos a beneficiar, a vos no te vamos a incluir. Este tipo de cuestiones no la regula el mercado, las regula el Estado.

Pero claro, los servicios públicos tales como educación, salud, seguridad, control de los impactos ambientales, por ejemplo, nadie los produce y garantiza para todos, si el Estado no encuentra quien financie el gasto que conlleva todo esto. Porque el Estado es el único capaz de prestar estos servicios para todos, y por lo tanto debe crear mecanismos de financiamiento. Esta es la cuestión.
Estos mecanismos de financiamiento son los impuestos, tasas y contribuciones. Entonces ya tenemos el problema, el Estado tiene un problema en este caso. En esta asignación eficiente de recursos, en saber qué bienes y servicios debe generar y, por el otro lado, que procedimiento de financiación le debe aplicar.
Y acá es donde entramos nosotros, porque este tipo de cuestiones no la resuelve cualquier vecino o la gente. Se nombra siempre genéricamente a la gente, al beneficio de la gente, pero acá hay una responsabilidad concreta de los órganos políticos elegidos. La gente confía en que nosotros vamos a saber aproximar las cantidades necesaria de recursos que se necesitan para llegar a un óptimo social. Y en este caso, estos bienes tienen diferentes efectos. Yo creo que es necesario hablar de esto porque hay bienes y servicios que el mercado no regula ni lo va a regular. Por ejemplo, en educación, los beneficios que pueden dar las aulas móviles que se entregaron, las pizarras inteligentes, las computadoras, afectan a los docentes y a los estudiantes, pero también beneficia toda la comunidad. Estos bienes que tienen un efecto externo positivo, forman parte de una política de Estado, no de una política de mercado. De esa misma manera también existen otros tipos de efectos que pueden ser negativos, aunque la producción sea positiva. O sea, cuando por acción de alguna persona o empresa introduce a la sociedad un costo. Por ejemplo alguien que contamina con su fábrica un río y ese río lo tiene que limpiar el vecino, ahí tenemos un costo negativo y tiene que intervenir el Estado. Nosotros tenemos una planta de almacenamiento de granos en el medio de la ciudad. Si el procedimiento de secado no es óptimo, va a producir una contaminación. ¿Los vecinos lindantes deben financiar ese costo si se produce tal contaminación? ¿Quién se hará cargo de esa cuestión?
Deberíamos considerar esto como línea directriz: es necesario que intervenga el Estado para atender la producción y consumo de manera socialmente eficiente.
Ahora bien, también existen situaciones que nos afectan particularmente a nosotros, los casarenses, como afectan a todos los demás municipios. Son los servicios que nosotros no controlamos: agua, teléfono, gas, luz. Estos servicios, que nosotros no podemos resolver en este presupuesto, en la década del 90 fueron privatizados y, por ejemplo, en la telefonía fija pública la empresa monopólica no daba el servicio en determinadas zonas porque no eran rentables. No se hicieron inversiones para que lleguen en calidad y en cantidad a todos y solamente se orientaron a satisfacer a quienes podían pagar. No hubo política de regulación de tarifas que puedan revertir esta situación.
Así llegamos a una situación que el Estado nacional buscó corregir con la nacionalización y la redistribución. En este presupuesto, inclusive en la ordenanza fiscal, no se si el criterio redistributivo queda muy claro o no, pero la idea en algunos casos si se ve claramente. En otros casos faltaría ajustarles algunas cuestiones, pero sería interesante que nosotros podamos propender en un futuro a ese objetivo redistributivo, porque se trata de una función elemental de la administración pública.
La libre competencia puede asignar algunos recursos de manera eficiente, pero nunca va a distribuir sin generar desigualdades. También las desigualdades se generan en los presupuestos nacionales, provinciales y municipales, si nosotros no orientamos esos recursos que aporta al mercado para generar una redistribución socialmente óptima. Porque el mercado, esto hay que dejarlo bien en claro, solo distribuye en propiedad privada y en herencias, es decir que la renta aumenta y se asigna por propiedad privada o por herencias. Y a esto quería llegar: toda redistribución de la riqueza, de la renta, implica un juicio de valor y constituye una opción política. Nosotros estamos tomando una decisión política cada vez que elaboramos un presupuesto. Esto no es de ahora, el “estado de bienestar” es un ejemplo, opción que el neoliberalismo en la década del 90 se encargó de mancillar, de defenestrar con las consecuencias que ya conocemos.
La atenuación de esas desigualdades en la renta y el patrimonio es una necesidad pública, de la que ningún representante puede desentenderse. Ni siquiera nosotros en nuestro presupuesto local.
Tenemos los mecanismos. Existen dos mecanismos básicos para redistribuir la riqueza o para redistribuir la renta, para hacer una redistribución razonable y que se le asignen recursos a quienes menos posibilidades tienen y aporten quienes más posibilidades tienen. A través del gasto público, que es el gran instrumento para llevar una política fiscal redistributiva. Y es un mecanismo que tenemos que charlar en los presupuestos que sigan, para discutir cual es el gasto público y como orientar ese gasto público local. Con el gasto público el gobierno nacional, desde el 2003 a esta parte, ha logrado incluir socialmente a grandes sectores postergados de la economía. A través de subvenciones al transporte, al gas, al agua, y con desembolsos sin contraprestación como el caso de la Asignación Universal por Hijo y las Jubilaciones. Cosa que vemos en nuestra ciudad, que muchísima gente de menores recursos que asistían a los comedores en la época del 90, que su familia se alimentaba en merenderos y lugares de asistencia social (aunque hoy tal vez no han entrado a tener un trabajo, no tienen un trabajo en blanco tal vez, no tiene todos los beneficios), hoy en su casa, cada padre, cada familia se alimenta por sus propios medios. Esto es un logro de inclusión. No es suficiente en absoluto, pero es el proceso que ha implicado el cambio de direccionalidad hacia una economía orientada a satisfacer las necesidades sociales básicas, de inclusión social, hacia un Estado Social, más benefactor que torció el rumbo de ese neoliberalismo que se llevaba todo por delante y fomentaba la apropiación masiva de la renta en manos de unos pocos.
Entonces, los que disfrutan de estas rentas más elevadas deben contribuir con el aporte a los presupuestos y a los sistemas impositivos progresivos en ese sentido y ayudar a profundizar el aspecto redistributivo. Aunque a este gasto público es lo que los sectores neoliberales atacan primero en todos lados, dicen: “hay que bajar el gasto público, si no bajamos el gasto la economía se va a cualquier lado”. El gasto público hay que bajarlo, hay que sacarlo porque si no la economía no funciona, todos los economistas neoliberales que nosotros escuchamos diariamente en la televisión o vemos en los diarios plantean esta cuestión que ya nos llevó al infierno.
 El otro mecanismo es el impuesto. Esta es una deuda que tiene este gobierno nacional, pero también una gran deuda de nuestro sistema político general, porque tenemos que establecer un sistema impositivo que tienda a gravar la renta de capital y no al trabajo y al consumo. Necesitamos un sistema impositivo que sea menos regresivo. No puede ser que una mini PYME pague el 35% de ganancia y empresas como Techint y los bancos paguen el 35% de ganancias también. Tampoco es posible que los trabajadores paguen ganancias, como así tampoco que los bienes de consumo masivo tengan un 21%  de IVA. Tenemos un problema serio con esto. Y si vamos hacia una política redistributiva, si en estos últimos diez años hemos logrado que el gasto público haya sido la directriz principal que ha llevado a la redistribución y nosotros lo hemos reflejado acá en nuestra ciudad, tenemos que llevarla a cabo. La compañera Silvia Sette trabaja en ANSES contribuyendo permanentemente a orientar el gasto público en la economía local. Deberíamos resaltar el trabajo del ANSES en todos los ámbitos, desde las jubilaciones nuevas a de las asignaciones universal por hijos; desde atender situaciones particulares con situaciones extremas, de extrema urgencia, al trabajo social importante que se ha llevado adelante. Las cooperativas que nombraba el compañero Gorosito que incluyó a trabajar a gente que tal vez iba a los comedores escolares. Ahora tienen un trabajo, pero no alcanza todo esto. Necesitamos que el próximo gran paso sea una reforma impositiva que, además, nos coloque a nosotros como protagonistas, a nosotros como Municipio. Nosotros que aprobamos una ordenanza fiscal, establecemos tasas, las aumentamos, creamos nuevas, buscamos la manera de tratar de coordinar lo que está a nuestro alcance, debemos preguntarnos de qué manera los municipios pueden participar de una reforma impositiva que nos pueda asegurar que la carga impositiva sea razonable, que los que más tienen vayan aportando proporcionalmente más tendiendo así hacia un sistema más progresivo.
Esto es lo que no se ha hecho todavía. Falta esta reforma impositiva. Tengo informes de recaudación de la AFIP a nivel Nacional. Por ejemplo en octubre, de IVA e impuestos débitos y créditos, recaudó 40% más o menos, que son impuestos indirectos que graban la actividad económica. Pero ganancias forma una parte menor, a pesar de que están mostrando una recaudación mayor.  La cuestión es, entonces, cómo aumentamos ganancias y como bajamos el IVA, por ejemplo.
Pero también la renta financiera, pero no toda la renta financiera, por ejemplo no a quienes ahorran sus pesos a plazo fijo hasta determinado monto. También se puede favorecer a los pequeños productores agrícolas con subvenciones a los precios, con topes mínimos. Esta gente produce alimentos, los alimentos tienen que tener determinados niveles de producción para poder equilibrar esa economía y el Estado en estos casos tiene que intervenir, que es a través de salarios mínimos, sostener los precios agrícolas, limitar la renta capital, es una idea, pero este es un ejercicio que en este Presupuesto o en la Ordenanza fiscal debe marcar una tendencia. Tenemos que marcar una tendencia hacia un sistema no regresivo. Trabajar sobre el gasto Público, trabajar en el diseño de un sistema de contribución local, provincial y nacional progresivo. La solución está en el compromiso del Estado. Hay que sumarle al compromiso del Estado la responsabilidad de los Partidos Políticos, es muy importante. El Estado es la base del funcionamiento de todo y también la participación ciudadana. Un ejemplo son los “precios cuidados”. En los “precios cuidados” han participado todos. Entonces digo: la redistribución es un problema político, nosotros acá estamos representando espacios políticos progresistas. El Pueblo de Carlos Casares ha sido inteligente y eligió sentar en estas bancas del Concejo Deliberante a Partidos Políticos democráticos que buscan un bienestar general. Y en ese sentido creo que podemos llegar a una coincidencia para trabajar en los futuros presupuestos.
No quiero dejar pasar que los municipios están sujetos a la estabilidad y al crecimiento económico que nos imponen las políticas nacionales y provinciales, y en ese sentido hay variables macroeconómicas que no manejamos y además que ni manejan el mismo gobierno nacional. Fíjense este tema muy importante que va impactar seguramente en la economía, el precio del barril de crudo de petróleo bajó un 50% ¿Qué significa esto? Arabia Saudita triplicó, cuadriplicó la producción de petróleo. ¿Para qué?, para que los yacimientos de gas y petróleo no convencional no sean rentables. Entonces, ¿la gran solución que tiene la Argentina para autoabastecerse no es rentable por culpa de una estrategia global? Esto es una variable macroeconómica que no manejamos. Es algo que nos va afectar directamente, ¿vamos a tener que utilizar dinero que teníamos para el gasto público para comprar petróleo a otro porque no resulta rentable el petróleo que estamos pisando bajo nuestro piso, bajo nuestro suelo? Bueno estas son cosas que yo quiero resaltar.
Al principio habíamos hablado de la finalidad, del objetivo y este no es otro que la justicia social. ¿Cuál es la razón?, la justicia social. Y en este sentido tenemos una gran deuda, inclusive hasta los peronistas que votamos a Menem en los 90 tenemos esa deuda, que es una deuda histórica. Y si me permite, porque tiene que ver con una cuestión conceptual, vale preguntarse ¿por qué estamos a favor de la redistribución de la riqueza? Porque nosotros queremos darle justicia social a nuestro pueblo, pero porque también queremos saldar una deuda histórica con quienes hicieron este país y quienes los habitaron en algún momento. Porque la única manera que vamos a poder pagar esa deuda es militando, trabajando, participando en los partidos políticos, definiendo políticamente los presupuestos, para que el Estado no deje nunca de intervenir en la economía, para no liberar nunca más a las hordas del mercado las decisiones económicas y el manejo absoluto de la renta. Esta deuda tiene un origen. Si me permite Sra. Presidente, y pidiendo disculpas por la auto-referencia porque se trata de un texto que escribí, quería leer un debate que el General Mansilla tuvo con un lenguaraz de Cacique Baigorrita y que nos coloca en el fondo de la cuestión que refirió el concejal Gorosito, a la idea final de lo que estamos planteando. Le decía Mansilla a este indio “¿y cuando vale una vaca? No tiene precio, le dice el indio ¿Cómo no tiene precio?, pregunta mansilla. Y, cuando es para comercio depende de la abundancia, cuando es para comer no vale nada, la comida no se vende aquí se le pide al que tiene más. De modo que lo que hoy tiene mucho pronto se quedaran sin tener que dar, dice Mansilla. No Señor porque lo que se da tiene vuelta. ¿Qué es eso de vuelta?, pregunta Mansilla. Señor es que aquí el que da una vaca, una yegua, una cabra o una oveja para comer, la cobra después, la que la recibe, algún día ha de tener. ¿Y si se le antoja no pagar?, pregunta Mansilla. No sucede nunca. Puede suceder, sin embargo. El indio piensa un poco y dice: si podría suceder, sí Señor, pero si sucediese, el día que a ellos le faltase nadie le daría” El aborigen no titubea, confía en la simpleza y solidez de su argumento porque es natural, es lo que siempre sucede, quien no tiene le pide a quien tiene y quien tiene le da a quien no tiene. Sin  embargo Mansilla no entiende algo tan sencillo, no puede entender porque considera al engaño como cosa propia de los intercambios y, por lo tanto, algo así debe tenerse muy en cuenta. Es decir, para el coronel Mansilla la costumbre y los hábitos de los pueblos civilizados es el engaño. A los ranqueles no se le pasó por alto porque los conocían bien los llamaban huinca engañadores. Entonces ¿cuánto vale una vaca? Para los Ranqueles era la moneda de cambio que recibía el gobierno huinca en los tratados de paz. Cada vaca era usada para comer, es decir no tenía precio. Los ranqueles aceptaban como moneda de cambio algo que para ellos no valía nada, porque era para comer. Luego se les daban a quienes no tenían. Pero si luego lograba tener, esperaban del que entregara lo que tenía. Y si nadie nunca lograba tener, nada exigirán porque simplemente no se le exige dar al que no tiene. Sin embargo, y esto es lo relevante, subsiste siempre el derecho de quienes no tienen a recibir de quienes tienen. Esta es la filosofía final, básica y el trasfondo de cualquier presupuesto, de cualquier sistema impositivo, más allá de los debates puntuales. Porque en la conciencia media de nuestra civilización se da por hecho de quien no tiene no tiene o porque simplemente no quiere trabajar, porque son todos vagos. Si quieren plata vayan a laburar, yo me rompo el culo laburando para que estos vagos vivan de mis impuestos, se dice. En definitiva nuestra sociedad, nuestros presupuestos, nuestros sistemas impositivos siempre exigen retribución a quienes no tienen. Dicho de otra manera, para los ranqueles distribuir ingresos es darle a quien no tiene, para nosotros distribuir el ingreso es darle a quien tiene y a quien no tiene mandarlo a laburar para que le dé más a quien tiene. Entonces, pienso que tenía razón Mansilla en su momento, puede suceder que quienes recibieron se les antoje no pagar. Y no pagamos y hoy debemos todas estas tierras a todos aquellos aborígenes y también debemos nuestras tierras a todos aquellos trabajadores, obreros, empleados a quienes explotamos para obtener rentas extraordinarias. Entonces así fue creciendo y así toda nuestra historia es una gran deuda. Esta deuda creo que la podemos pagar y hacer pagar nosotros quienes estamos sentados acá, por lo menos trabajando para que  en los futuros presupuestos hagamos valer la conciencia de redistribuir, de diseñar bajo directrices redistributivas un sistema progresivo e inclusivo, para que quien gane más ponga más y a quien no tiene el Estado pueda darle una mano.
En el presente presupuesto creo que hace falta trabajar mucho sobre todo esto. Yo personalmente los convoco, desde este lugar que me han confiado los casarenses, para que en los próximos presupuestos busquemos y veamos la manera de llevar adelante juntos el anhelo de justicia social y como argentinos podamos pagar esa deuda que tenemos con todos nuestros conciudadanos. Muchas Gracias.

Concejal Sergio Carciofi (FPV-PJ)

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